miércoles, 26 de marzo de 2014

Capitulos del Maratom

CAPITULO # 35

Tom no dijo nada mientras su hermano se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Cupido resonaban en su cabeza. Si algo había aprendido a lo largo de los siglos, era a dejar que las Parcas se salieran con la suya.
Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.
— ¿Tom? —le llamó ______—. ¿Qué te pasa?
— No podemos hacerlo. Llévame a casa, ______. Llévame a casa y déjame que te haga el amor. Vamos a olvidarlo antes de que alguien, seguramente tú, salga herido.
— Pero ésta es tu oportunidad de ser libre. Podría ser la única que tengas. ¿Has sido convocado antes por alguna mujer que llevara el nombre de Alejandro?
— No.
— Entonces, debemos hacerlo.
— No lo entiendes —le dijo entre dientes—. Si lo que Eros dice es cierto, para cuando llegue esa noche, no seré yo mismo.
— ¿Y quién serás?
— Un monstruo.
______ le miró con escepticismo.
— No creo que pudieras serlo.
Él la observó, furioso.
— Tú no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. Cuando la locura de los dioses se abate sobre alguien, no hay manera de encontrar ayuda, ni esperanza de hallarla —el estómago se le contrajo con un nudo—. No deberías haberme convocado, ______ —concluyó, alargando el brazo para coger su vaso.
— ¿Te has parado a pensar que quizás todo esto estaba predestinado? —preguntó ella súbitamente—. Quizás fui yo la que te invocó porque estaba dispuesto que yo te liberara. 
Tom contempló a Selena a través de la mesa.
— Me convocaste porque Selena te engañó. Lo único que quería era que tuvieras unas cuantas noches placenteras para que pudieras olvidarlo todo y buscases a un hombre decente, sin temor a que pudiera hacerte daño. 
— Pero es posible que…
— No hay peros que valgan, ______. No estaba predestinado. 
Ella bajó la mirada hasta su muñeca. Acercó la mano y acarició la inscripción en griego que ascendía por la cara interna del brazo.
— ¡Qué bonito! —exclamó—. ¿Es un tatuaje?
— No.
— ¿Y qué es? —insistió.
— Príapo lo grabó a fuego —respondió él, ignorando la pregunta.
Selena se incorporó un poco y le echó un vistazo.
— Dice: «Maldito seas por toda la eternidad y más allá».
______ dejó la mano sobre la inscripción y miró a Tom a los ojos.
— No puedo imaginar todo lo que has debido sufrir durante tanto tiempo. Y más me cuesta entender que fuese tu propio hermano quien te hiciese algo así.
— Como dijo Cupido, sabía que no debía tocar a una de las vírgenes de Príapo.
— ¿Y por qué lo hiciste entonces? 
— Porque fui un estúpido.
______ rechinó los dientes; tenía unas ganas horribles de estrangularlo. ¿Por qué nunca contestaba a lo que se le preguntaba?
— ¿Y qué te hizo…?
— No me apetece hablar del tema —le espetó.
Ella le soltó el brazo.
— ¿Alguna vez has dejado que alguien se te acerque, Tom? Apuesto a que siempre has sido uno de esos tipos que no abren su corazón porque no confían en nadie. Uno de ésos que preferirían que les cortasen la lengua antes de que alguien descubriera que no son seres insensibles, sino todo lo contrario. ¿Te comportaste así con Penélope?
Tom apartó la mirada mientras los recuerdos le embargaban. Recuerdos de una infancia plagada de hambre y privaciones. Recuerdos de noches agónicas deseando…
— Sí —respondió sencillamente—. Siempre estuve solo.
______ sufría por él. Pero no podía permitir que se conformara. De algún modo tenía que encontrar la forma de llegar hasta su corazón. De animarle a que luchara por romper la maldición. Debía haber algún modo de hacerle luchar. Y en ese momento juró encontrarlo.

CAPITULO # 36

Tom y ______ ayudaron a Selena a desmontar el puestecillo ambulante y a guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche. 
— Has estado muy callado —le dijo ella mientras se detenía en un semáforo en rojo.
Observó cómo la mirada de Tom seguía el movimiento de los automóviles que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad. 
— No sé qué decir —respondió tras una breve pausa.
— Dime cómo te sientes.
— ¿Sobre qué?
______ se rió.
— Definitivamente, eres un hombre —le dijo—. ¿Sabes? Las sesiones con los hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.
Tom bajó la vista hasta su regazo, y ella observó el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar.
— Dijiste que eras una sexóloga, ¿qué es eso exactamente?
El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.
— Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta.
— ¿Ninfómanas?
______ asintió.
— He conocido a unas cuantas.
— Apuesto a que sí.
— ¿Y los hombres? —preguntó él.
— No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho. Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico…
— ¿Y eso qué es?
— Algo que estoy completamente segura que tú no padecerías jamás —le contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía. Se aclaró la garganta y se lo explicó—. Son hombres que tienen miedo de que sus compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.
— ¡Ah!
— También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos que quieren cambiarse de sexo…
— ¿Se puede hacer eso? —preguntó Tom, totalmente pasmado.
— ¡Claro! —respondió ______ con un gesto de la mano—. Te sorprendería saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.
Tomó una curva y se adentraron en su vecindario. Tom permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que era la radio cuando, de repente, él preguntó:
— ¿Por qué quieres ayudarlos?
— No lo sé —le respondió con franqueza—. Supongo que se remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de historia y mi madre ama de casa…
— ¿Qué es un ama de casa?
— Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres. En el fondo, nunca me trataron como a una niña, por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.
— Excepto con los hombres.
— Ésa es una historia totalmente diferente —le dijo, suspirando—. De adolescente era una chica desgarbada, y los chicos del instituto no se acercaban a mí, a menos que quisieran burlarse.
— ¿Burlarse de ti?, ¿por qué?
______ se encogió de hombros con un gesto indiferente. Por lo menos, esos viejos recuerdos habían dejado de molestarla. Finalmente los había superado.
— Porque estaba plana, tenía orejas de soplillo y un montón de pecas.
— ¿Que estabas plana?
— No tenía pecho.
______ hubiese jurado que podía sentir el calor que desprendía la mirada de Tom mientras inspeccionaba sus pechos.  Mirándolo de reojo, confirmó sus sospechas. De hecho, la estaba observando como si se hubiese quitado la camisa y estuviera en mitad de…
— Tus pechos son muy bonitos.
— Gracias —le respondió con torpeza, aunque curiosamente se sentía halagada por un cumplido tan poco convencional—. ¿Y tú?
— Yo no tengo pechos.( jajajajja hay no esto me mato ) 
Lo dijo con un tono tan inexpresivo y serio que ______ no pudo evitar estallar en carcajadas.
— No era eso a lo que me refería, y lo sabes muy bien. ¿Cómo fue tu adolescencia?
— Ya te lo he dicho.
Ella le miró furiosa.
— En serio.
— En serio, luchaba, comía, bebía, me acostaba con mujeres y me bañaba. Normalmente, en ese orden.
— Todavía tenemos problemas con esto de la falta de confianza, ¿no? —preguntó ella de forma retórica. 
Asumiendo su papel de psicóloga, cambió a un tema que a él le resultara más fácil.
— ¿Por qué no me cuentas qué sentiste la primera vez que participaste en una batalla?
— No sentí nada.
— ¿No estabas asustado?
— ¿De qué?
— De morir, o de que te hirieran.
— No.
La sinceridad de su sencilla respuesta consiguió desconcertarla. 
— ¿Y cómo es que no tenías miedo?
— No tienes miedo a morir cuando no tienes nada por lo que seguir viviendo. 
Impresionada por sus palabras, ______ tomó el camino de entrada a su casa.

CAPITULO # 37

Decidiendo que sería mejor dejar un tema tan serio por el momento, bajó del coche y abrió el maletero.  Tom cogió las bolsas y la siguió hasta la casa.
Se dirigieron a la planta alta. ______ sacó sus cómodos vaqueros del vestidor e hizo sitio en los cajones para poder guardar la ropa nueva de Tom.
— Veamos —dijo, arrugando las bolsas vacías para arrojarlas a la papelera de mimbre, colocada junto al armario—. Es viernes por la noche. ¿Qué te gustaría hacer? ¿Te apetece una noche tranquila o prefieres dar una vuelta por la ciudad?
Su hambrienta mirada la recorrió de la cabeza a los pies, haciendo que ardiera al instante.
— Ya conoces mi respuesta.
— Vale. Un voto a favor de arrojarse al cuello de la doctora, y otro en contra. ¿Alguna otra alternativa?
— ¿Qué tal una noche tranquila en casa, entonces?
— De acuerdo —respondió ______, mientras se acercaba a la mesita de noche para coger el teléfono—. Déjame que compruebe los mensajes y después prepararemos la cena.
Tom siguió colocando su ropa, mientras ella llamaba al servicio de contestador y hablaba con ellos.
Acababa de doblar la última prenda cuando percibió una nota de alarma en la voz de ______.
— ¿Dijo qué quería?
Tom se giró para poder observarla. Tenía los ojos ligeramente dilatados, y sujetaba el teléfono con demasiada fuerza.
— ¿Por qué le dio mi número de teléfono? —preguntó enfadada—. Mis pacientes jamás deben saber mi número privado. ¿Puedo hablar con su superior?
Tom se acercó a ella.
— ¿Algo va mal?
______ alzó la mano, indicándole que permaneciera en silencio para poder escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo.
— Muy bien —dijo tras una larga espera—. Tendré que cambiar el número de nuevo. Gracias —colgó el teléfono, frunciendo el ceño por la preocupación.
— ¿Qué ha pasado? —le preguntó él.
______ resopló irritada mientras se frotaba el cuello.
— La compañía acaba de contratar a esta chica y, como es nueva, le dio mi número privado a uno de mis pacientes. 
Hablaba tan rápido que a Tom le costaba trabajo seguirla.
— Bueno, en realidad, no es mi paciente —prosiguió sin detenerse—. Jamás habría aceptado a un hombre así, pero Luanne, la doctora Jenkins, no es tan selectiva. La semana pasada tuvo que marcharse de la ciudad a toda prisa, por una emergencia familiar. Así es que Beth y yo tuvimos que repartirnos sus pacientes para atenderlos mientras ella está fuera. Aún así, no quise quedarme con este hombre tan horripilante, pero Beth no pasa consulta los viernes, y él tiene que acudir los miércoles y los viernes debido al régimen de libertad condicional. 
______ lo miró con el pánico reflejado en sus pálidos ojos grises.
— Pero yo no quise atenderlo, y el supervisor de su caso me juró que no habría ningún problema. Dijo que el tipo no representaba una amenaza para nadie.
Tom sentía que le palpitaba la cabeza por la cantidad de información que ______ estaba soltando, y que él era incapaz de comprender en su mayor parte. 
— ¿Eso es un problema?
— Es un poquito espeluznante —dijo con las manos temblorosas—. Es un acosador. Acaban de darle el alta de un hospital psiquiátrico. 
— ¿Un acosador? ¿Un hospital psiquiátrico? ¿Qué es eso? 
Al escuchar la explicación, Tom no pudo evitar quedarse con la boca abierta.
— ¿Permitís que estas personas se muevan a su antojo?
— Bueno, sí. La idea es ayudarlos.
Tom estaba horrorizado. ¿Qué clase de mundo era ése en el que los hombres se negaban a proteger a sus mujeres y niños de la depravación?
— En mi época, no permitíamos que personas así se acercaran a nuestras familias. Nos asegurábamos de que no andaran sueltos por nuestras calles.
— ¡Bienvenido al siglo veintiuno! —exclamó ______ con amargura—. Aquí hacemos las cosas de un modo… distinto.
Tom movió la cabeza, ensimismado, mientras pensaba en todas las cosas de ésta época que le resultaban extrañas. No podía entender a esta gente, ni su modo de vida. 
— No encajo en este mundo —masculló.
— Tom…
Se alejó cuando vio que ______ se acercaba a él.
— ______, sabes que es así. Supongamos que rompemos la maldición; ¿de qué me va a servir? ¿Qué se supone que voy a hacer aquí? No puedo leer tu idioma, no sé conducir y no tengo posibilidades de trabajar. Hay demasiadas cosas que no entiendo. Me siento perdido…
Ella se estremeció ante la evidente angustia que Tom intentaba ocultar con todas sus fuerzas. 
— Sólo estás un poco agobiado. Pero lo haremos pasito a pasito. Te enseñaré a conducir y a leer. Y con respecto al trabajo… sé que eres capaz de hacer muchas cosas. 
— ¿Como qué?
— No lo sé. Además de ser un soldado, ¿a qué otra cosa te dedicabas en Macedonia?
— Era un general, ______. Lo único que sé hacer es dirigir a un antiguo ejército en una batalla. Nada más.
______ tomó su cara entre las manos y lo miró con dureza.
— No te atrevas a abandonar ahora. Me has dicho que no tenías miedo a luchar, ¿cómo puedes asustarte por esto?
— No lo sé, pero me asusta.
Algo extraño ocurrió entonces; ______ percibió que Tom le había permitido acercarse. No de forma muy íntima, pero por la expresión de su rostro se daba cuenta de que estaba admitiendo su vulnerabilidad ante ella. Y, en el fondo, sabía que no era el tipo de hombre que admite fácilmente ese hecho. 
— Yo te ayudaré.
La duda que reflejaban los ojos cafeces hizo que se le revolviera el estómago.
— ¿Por qué?
— Porque somos amigos —le respondió con ternura, mientras le acariciaba la mejilla con el pulgar—. ¿No fue eso lo que le dijiste a Cupido?
— Ya escuchaste su respuesta. No tengo amigos.
— Ahora sí.
Él se inclinó y la besó en la frente, atrayéndola hacia su cuerpo para darle un fuerte abrazo. El cálido aroma del sándalo la inundó mientras escuchaba cómo el corazón de Tom latía frenéticamente bajo su mejilla rodeada por sus bíceps tostados por el sol. Fue un gesto tan tierno que a ______ le llegó al alma.
— De acuerdo, ______ —le dijo en voz baja—. Lo intentaremos. Pero prométeme que no dejarás que te haga daño.
Ella lo miró ceñuda.
— Estoy hablando en serio. Una vez que me pongas los grilletes, no me sueltes bajo ninguna circunstancia. Júralo.
— Pero…
— ¡Júralo! —insistió él con brusquedad.
— Muy bien. Si no puedes controlarte, no te liberaré. Pero yo también quiero que me prometas una cosa.
Él se apartó un poco y la miró con escepticismo. No obstante, siguió abrazándola.
— ¿Qué?
______ apoyó las manos sobre sus fuertes bíceps y sintió cómo la piel de Tom se erizaba bajo su contacto. Él bajó la mirada hacia sus manos, con una de las expresiones más tiernas que ella había visto nunca. 
— Prométeme que no vas a desistir —le dijo—, que vas a intentar acabar con la maldición.
La miró con una sonrisa extraña.
— Está bien. Lo intentaré.
— Y lo lograrás.
Tom sonrió al escuchar su comentario.
— Tienes el optimismo de una niña.
______ le devolvió la sonrisa.
— Como Peter Pan.
— ¿Peter qué?
Ella se alejó de sus brazos de mala gana. Tomándolo de la mano, lo llevó hasta la puerta del dormitorio.
— Acompáñame, esclavo macedonio mío, y te contaré quiénes son Peter Pan y los Niños Perdidos.


— Entonces, ¿ese chico nunca se hizo mayor? —preguntó Tom mientras preparaban la cena.
______ estaba muy sorprendida, ya que él no se había quejado cuando le pidió que se encargara de la ensalada. Parecía bastante acostumbrado a usar cuchillos para cortar comida.
Sin muchas ganas de investigar aquella pequeña peculiaridad, se concentró en la salsa para los tallarines.
— No. Regresó a la isla con Campanilla.
— Interesante. 
______ metió una cuchara en la salsa y, poniendo una mano debajo para que no goteara, se la acercó a Tom para que la probase, después de haberla enfriado. 
— Dime qué te parece.
Él se inclinó, abrió la boca y dejó que ______ le diera a probar la salsa.
Ella observó cómo la saboreaba.
— Está deliciosa.
— ¿Demasiada sal quizás?
— No, está perfecta.
Ella sonrió alegremente.
— Ten —le dijo él, ofreciéndole un trozo de queso.
______ abrió la boca, pero él no se lo dio; aprovechándose de las circunstancias, se adueñó de sus labios para besarla a conciencia.
¡Cielo santo! Una lengua con tal capacidad de movimiento debería ser inmortalizada con un monumento, o encontrar el modo de conservarla para la posteridad. Semejante tesoro no podía desaparecer. Y esos labios…
Mmm, ______ no quería pararse a pensar en esos deliciosos labios y en lo que eran capaces de hacer.

CAPITULO # 38 (FIN DEL MARATOM)


Tom la sujetó por la cintura apretándola contra sus caderas, justo sobre el lugar donde su miembro se tensaba bajo los vaqueros. ¡Por amor de Dios!, este hombre estaba maravillosamente dotado y ______ comenzó a temblar ante la idea de que desplegara todos sus encantos sexuales para ella. 
¿Sería capaz de sobrevivir a algo así?
Sentía cómo Tom se tensaba y cómo su respiración comenzaba a alterarse. Estaba dejándose arrastrar por la pasión, y ______ empezaba a temer que, si no lo detenía en ese momento, ninguno de los dos iba a ser capaz de parar después.
Aunque no le apetecía nada separarse de él, dio un paso atrás, deshaciendo el tórrido abrazo.
— Tom, compórtate.
Jadeando, observó la lucha que sostenía consigo mismo mientras la devoraba con los ojos.
— Sería mucho más sencillo comportarse si no fueses tan jodidamente deseable. 
El comentario fue tan inesperado que ella se rió con ganas.
— Lo siento —le dijo, captando el gesto irritado de Tom—. Al contrario de lo que te ocurre a ti, yo no estoy acostumbrada a que me digan cosas como ésa. El mayor cumplido que me han hecho nunca, fue el de un chico llamado Rick Glysdale. El día de la graduación, vino a recogerme a casa, me miró de arriba abajo y dijo: « ¡Joder!, te has arreglado más de lo que esperaba».
Tom resopló.
— Me preocupan los hombres de esta época, ______. Todos parecen ser unos completos imbéciles.
Riéndose de nuevo, ella le dio un ligero beso en la mejilla y se acercó a la olla para sacar la pasta del agua antes de que se pasara. 
Mientras echaba los tallarines en el escurridor, se acordó del pan.
— ¿Puedes echarle un vistazo a las baguettes?
Tom se acercó al horno y se inclinó, ofreciéndole a ______ una suculenta visión de su parte trasera. Ella se mordió el labio inferior, mientras se esforzaba por no acercarse y pasar la mano por ese firme y prieto trasero. 
— Están a punto de quemarse. 
— ¡Ay, mierda! ¿Puedes sacarlas? —le preguntó, intentando no derramar el agua que estaba hirviendo.
— Claro —Tom cogió el trapo de la encimera, y comenzó a sacar el pan. De repente, soltó un juramento que llamó la atención de ______.
Ella se giró y vio que el trapo estaba ardiendo.
— ¡Allí! —exclamó, quitándose de en medio—. Échalo al fregadero.
Él lo hizo, pero al pasar por su lado, le rozó la mano con el trapo y ______ siseó de dolor.
— ¿Te he quemado? —le preguntó.
— Un poco.
Tom hizo una mueca al cogerle la mano para examinarle la quemadura.
— Lo siento —le dijo, un momento antes de llevarse el dedo de ______ a la boca.
Atónita, no fue capaz de moverse mientras Tom pasaba la lengua por la sensibilizada piel de su dedo. A pesar de la quemazón de la herida, la sensación era muy agradable. Muy, muy agradable.
— Eso no le viene bien a la quemadura —susurró.






HOLA"!! COMO ESTAN?? ESPERO QUE BIEN! BUENO AQUI ESTAN LOS CAPITULOS, ESPERO Y LES ESTE GUSTANDO LA HISTORIA! SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, QUE ESTEN BIEN ... ADIOS :))

martes, 18 de marzo de 2014

Capitulos del Maratom

CAPITULO # 31

¿Por qué iba a querer quedarse junto a ella un hombre como él, que bien podía tener a cualquier mujer de la tierra comiendo de su mano?
Aun así, no podía condenarlo a seguir viviendo eternamente en un libro. No cuando ella era la llave para liberarlo. 
— Cuéntame una cosa —dijo ______ en voz baja—; quiero saber cómo acabaste metido en el libro; la historia completa. Y qué le ocurrió a tu esposa.
No lo habría creído posible, pero la mandíbula de Tom se tensó aún más. Estaba intentado esconderse de nuevo.
Pero ella se negó a que huyera. Ya era hora de que entendiera por qué le preocupaba el hecho de acostarse con él.
— Tom, me estás pidiendo mucho. No tengo demasiada experiencia con los hombres.
Él frunció el ceño.
— ¿Eres virgen?
— Ojalá —balbució ______.
Tom vio el dolor en sus ojos mientras le contestaba en un murmullo. Avergonzada, ella miró al suelo. 
¡No!, rugió su mente. No era posible que hubiese sufrido lo que estaba imaginando. Una inesperada furia se despertó en su interior ante la mera posibilidad.
— ¿Te han violado?
— No —susurró ella—. No… exactamente.
La confusión disipó la ira de Tom.
— Entonces, ¿qué quieres decir?
— Era joven y estúpida —continuó ella muy despacio.
— El muy cerdo se aprovechó de que sus padres acababan de morir y de que ella estaba muy mal —le contó Selena con voz áspera—. Era uno de esos sucios embusteros que te sueltan lo de «sólo quiero cuidarte», para aprovecharse y después salir corriendo una vez que lo consiguen.
— ¿Te hizo daño? —le preguntó Tom.
______ asintió.
Una nueva oleada de furia lo asaltó. No sabía muy bien por qué le importaba tanto lo que pudiera sucederle a ______, pero por alguna razón que no acababa de comprender, así era. Y quería vengarse en su nombre. Vio cómo le temblaba la mano, se la cubrió con la suya, y comenzó a acariciarle suavemente los nudillos con el pulgar.
— Sólo lo hice una vez —confesó ______ en un murmullo—. Ya sé que la primera vez duele, pero no sabía que fuese así. Y el daño físico no fue el peor; lo más horrible fue el hecho de que no pareció importarle nada mi sufrimiento. Me sentí como si sólo estuviese allí para complacerle, como si ni siquiera fuese una persona.
A Tom se le hizo un nudo en el estómago. Sabía muy bien a lo que ______ se refería.
— Esa misma semana —prosiguió ella—, como no me llamaba ni me contestaba, fui a su apartamento para verlo. Era primavera y tenía las ventanas abiertas. Cuando me acerqué… —un sollozo la interrumpió.
— Él y su compañero de piso habían hecho una apuesta para ver cuál de los dos desfloraba más vírgenes ese año —le contó Selena—. ______ les escuchó burlarse de ella.
Una furia letal y siniestra lo poseyó. Él había conocido a muchos hombres de esa calaña. Y jamás había podido soportarlos. De hecho, siempre le había dado mucho gusto librar a la tierra de su hedionda presencia. 
— Me sentí utilizada; como una estúpida —murmuró ______ mirándolo. La agonía que reflejaban sus ojos lo abrasó—. No quiero volver a sentirme así —se tapó la cara con una mano, pero no antes de que Tom captara la humillación en su mirada.
— Lo siento mucho, ______ —susurró él, abrazándola.
Entonces eso era. Esa era la fuente de sus demonios. La abrazó con fuerza, apoyando la mejilla sobre su cabeza. El suave aroma a flores lo rodeó. 
Cómo ansiaba poder consolarla. Y qué culpable se sentía. Él también había usado a Penélope. Los dioses eran testigos de que él le había hecho a su esposa mucho más daño, a fin de cuentas. 
Se merecía estar maldito, pensó con amargura.

CAPITULO # 32

Se lo había ganado a pulso, y no volvería a hacer daño a ______. Era una mujer honesta, con un gran corazón y se negaba a aprovecharse de ella.
— No pasa nada, ______ —la consoló con ternura, envolviéndola aún más entre sus brazos y acunándola. La besó suavemente en la cabeza—. No te pediré que hagas esto por mí.
Ella alzó la vista muy sorprendida. No podía creer que dijese algo as
í.
— No puedo dejar de hacerlo.
— Sí que puedes. Simplemente olvídalo —había dolor en su voz. Y una cadencia extraña, algo que le daba una ligera idea del hombre que una vez había sido.
— ¿Realmente crees que puedo hacerlo?
— ¿Y por qué no? Todos los miembros de mi familia me dieron de lado. Tú ni siquiera me conoces —su mirada se ensombreció al soltarla.
— Tom…
— Hazme caso, ______. No lo merezco —tragó saliva antes de volver a hablar—. Como general, fui implacable en el campo de batalla. Aún puedo ver las miradas horrorizadas de los miles de hombres que murieron bajo mi espada, mientras los hacía pedazos sin el más mínimo asomo de remordimiento —buscó la mirada de ______—. ¿Por qué iba alguien como tú a ayudar a alguien como yo?
______ recordó cómo Tom había acunado y consolado al niño, cómo había amenazado a Cupido para evitar que le hiciese daño; y entonces supo por qué. Puede que en su pasado hubiese hecho cosas espantosas, pero no era un ser perverso. Podría haberla violado si hubiese querido. Y en lugar de hacerlo, ese hombre que apenas si había conocido un gesto amable, se había limitado a consolarla.
No, a pesar de todos los crímenes que pudiera haber cometido en el pasado, había bondad en él.

CAPITULO # 33

Tom había sido un hombre de su tiempo. Un general de la Antigüedad, forjado en el fragor de muchas batallas. Un hombre que se había criado en condiciones tan brutales que no podía acabar de imaginárselas. 
— ¿Y tu esposa? —preguntó ______.
Un músculo comenzó a latirle en la mandíbula.
— Le mentí, la traicioné y la engañé, y al final, la maté.
______ se tensó ante la inesperada confesión.
— ¿Tú la mataste?
— Puede que no fuese yo el que le quitara la vida, pero fui el responsable, después de todo. Si no… —su voz se desvaneció mientras cerraba los ojos con fuerza.
— ¿Qué? —preguntó ______—. ¿Qué ocurrió?
— Forcé mi destino, y el suyo. Y al final, las Parcas me castigaron. 
______ no pensaba quedarse así.
— ¿Cómo murió?
— Enloqueció cuando descubrió lo que le hice. Lo que Eros había hecho… —
Tom enterró la cara entre las manos mientras los recuerdos lo asaltaban—. Fui un estúpido al creer que Eros podía conseguir que alguien me amara.
______ alargó el brazo y le pasó la mano por el rostro. Él la miró. Estaba increíblemente hermosa allí sentada. La ternura de sus ojos no dejaba de sorprenderlo. Ninguna mujer lo había mirado nunca de ese modo.
Ni siquiera Penélope. Siempre había faltado algo cuando su mujer lo miraba, o cuando lo acariciaba. 
Su corazón, comprendió con un sobresalto. ______ estaba en lo cierto. Era muy diferente cuando el corazón no estaba involucrado. Era algo muy sutil, pero siempre había percibido el vacío en las caricias de Penélope, en sus palabras; y eso había hecho que su alma ennegrecida sufriera aún más.
Súbitamente, Cupido se materializó junto a Selena y miró a Tom con una tímida sonrisa. 
— Olvidé decirte algo.

CAPITULO # 34 (FIN DEL MARATOM)

Tom dejó escapar un suspiro encolerizado. 
— No sé por qué tenéis la costumbre de olvidaros de algo. Y, suele ocurrir, que ese algo es siempre lo más importante. ¿Qué has olvidado esta vez?
Cupido no fue capaz de enfrentar la mirada de su hermano.
— Como muy bien sabes, estás condenado a, digámoslo así, sentirte forzado a complacer a la mujer que te invoque.
Tom lanzó una rápida mirada a ______ y su miembro se tensó malévolamente en respuesta. 
— Soy muy consciente de ese hecho.
— ¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerla, tu cordura irá desapareciendo? Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, hermano, sufrirás una agonía tan dolorosa que el castigo de Prometeo a tu lado parecerá una estancia en los Campos Elíseos.
Selena jadeó.
— ¿Prometeo no es el dios que supuestamente entregó el fuego a la humanidad? —preguntó ______.
— Sí —respondió Cupido.
______ miró nerviosa a Tom.
— ¿El que fue encadenado a una roca y condenado a que todos los días un águila se comiese sus entrañas?
— Y a que cada noche se recuperara para que el pájaro pudiera seguir comiendo al día siguiente —acabó Tom en su lugar. Los dioses sabían cómo castigar a aquéllos que los fastidiaban.
Una ira amarga se extendió por sus venas mientras observaba a Cupido.
— Os odio.
Cupido asintió.
— Lo sé. Ojalá no hubiese hecho nunca lo que me pediste. Lo siento mucho. Lo creas o no, mami y yo estamos muy arrepentidos.
Con las emociones revueltas, Tom no fue capaz de decir nada. Desolado, lo único que veía era el rostro de Penélope en su mente, y la visión le hacía encogerse de dolor.
Una cosa era que su familia lo castigara a él, pero nunca deberían haber tocado a los que eran inocentes.
Cupido depositó una cajita en la mesa, frente a él.
— Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.
— Cuídate de los regalos de los dioses —dijo Tom amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro. Al instante reconoció el intrincado estilo de su padrastro.
— ¿Hefesto?
Su hermano asintió.
— Ni Zeus puede romperlas. Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas… —esperó un momento mientras miraba fijamente a ______— alejado de ella.
Tom tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas. De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.
— Eso es inhumano —balbució ______.
Cupido le dedicó una mirada feroz.
— Nena, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.
— ¿Cuánto tiempo tardará? —preguntó Tom.
Él se encogió de hombros.
— No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas —espetó Cupido—. Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites. 
Tom cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su hermano. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente.
Eros le palmeó la espalda.
— Buena suerte.





HOLA!!! COMO ESTAN? ESPERO QUE BIEN!!! BUENO AQI ESTAN LOS CAPS .... TRATARE DE SUBIR MAS SEGUIDO PARA QUE TERMINE PRONTO LA NOVELA Y ACTUALIZE OTRAS XD ... BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, QUE ESTEN BIEN Y LAS QUIERO AUNQUE NO LO CREAN:))) HASTA LUEGO

viernes, 7 de marzo de 2014

Capitulos del Maratom

CAPITULO # 27

Tenía un ligero moretón en el lado izquierdo de la cara, donde Tom lo había golpeado. Intentó mostrarse indiferente, pero aun así, ______ percibió la tensión en su interior, como si estuviese preparado para huir en un momento dado. Arqueó una ceja ante el pelo corto de Tom, pero no dijo ni una palabra mientras tomaba asiento junto a Selena.
— ¿Y bien? —preguntó Tom.
Cupido suspiró profundamente.
— ¿Quieres que primero te dé las malas noticias o prefieres las pésimas?
— Veamos… ¿qué tal si hacemos que mi día sea más memorable? Comienza con las pésimas y sigue con las malas para intentar mejorar el ambiente. 
Cupido asintió.
— De acuerdo. En el peor de los casos, la maldición jamás se podrá romper. 
Tom se tomó la noticia mejor que ______; apenas si hizo un gesto de aprobación. 
______ miró a Cupido con los ojos entornados.
— ¿Cómo puedes hacerle esto? ¡Dios Santo!, mis padres habrían removido cielo y tierra para ayudarme, y tú te limitas a sentarte sin ni siquiera decirle lo siento. ¿Qué clase de hermano eres?
— ______ —la amonestó Tom—. No le retes. No sabemos qué consecuencias puede traer.
— Eso es cierto mort…
— Tócala —le interrumpió Tom— y utilizaré la daga que llevas en el cinturón para sacarte el corazón.
Cupido se movió para alejarse de él.
— Por cierto, te olvidaste algunos detalles jugosos cuando me contaste tu historia.
Tom le miró furioso, con los ojos entrecerrados.
— ¿Como qué?
— Como el hecho de que te acostaras con una de las sacerdotisas vírgenes de Príapo. Tío, ¿en qué estabas pensando? Ni siquiera te preocupaste de quitarle la túnica mientras la tomabas. No eras tan estúpido como para hacer eso, ¿se puede saber qué te ocurrió?
— Por si se te ha olvidado, estaba muy enfadado con él en aquel momento —dijo con amargura.
— Entonces deberías haber buscado a una de las seguidoras de mami. Para eso están.
— Ella no fue la que mató a mi esposa. Fue Príapo.
______ estuvo a punto de sufrir un infarto al escucharle. ¿Estaba hablando en serio?

CAPITULO # 28

Cupido ignoró la abierta hostilidad de Tom.
— Bueno, Príapo aún está un poco sensible con respecto al tema. Parece que lo ve como el último de tus insultos. 
— ¡Ah, ya entiendo! —gruñó Tom—. El hermano mayor está enfadado conmigo por haberme atrevido a tomar a una de sus vírgenes consagradas, ¿es que esperaba que me sentara tan tranquilo y dejara que él matara a mi familia a su antojo? —La ira que destilaba su voz hizo que a ______ se le erizara el vello de la nuca—. ¿Te molestaste en preguntarle a Príapo por qué fue tras ellos?
Cupido se pasó una mano por los ojos y dejó escapar un suspiro entrecortado.
— Claro, ¿recuerdas que perseguiste a Livio y lo derrotaste en Conjara? Pues él pidió que se vengara su muerte, justo antes de que le cortaras la cabeza.
— Estábamos en guerra.
— Ya sabes lo mucho que siempre te ha odiado Príapo. Estaba buscando una excusa para poder lanzarse sobre ti sin temor a sufrir represalias; y se la diste tú mismo.
______ observó a Tom, cuyo rostro era una máscara inexpresiva.
— ¿Le has dicho a Príapo que quiero verlo? —le preguntó.
— ¿Estás loco? ¡Maldición! Claro que no. Mencioné tu nombre y estuvo a punto de estallar de furia. Dijo que podías pudrirte en el Tártaro durante toda la eternidad. Créeme, no te gustaría estar cerca de él.
— ¡Ja! ¡Me encantaría!
Cupido asintió.
— Vale, pero si lo matas, tendrás que vértelas con Zeus, Tesífone y Némesis.
— ¿Y crees que me asustan?
— Ya sé que no, pero no quiero verte morir de ese modo. Y si no fueses tan terco como una mula, al menos durante tres segundos, tú mismo te darías cuenta. ¡Venga ya! ¿De verdad quieres desencadenar la ira del gran jefe?
Por la expresión de Tom, ______ hubiera dicho que le daba exactamente igual.
— Pero —continuó Cupido—, mami señaló que existe un modo de acabar con la maldición.
______ contuvo la respiración mientras la esperanza revoloteaba en los ojos de Tom. Ambos esperaron a que Cupido se explicara.

CAPITULO # 29

En lugar de seguir, él se dedicó a observar el interior del sombrío local.
— ¿Crees que esta gente se come esta mier…?
Tom chasqueó los dedos delante de los ojos de su hermano.
— ¿Qué hago para romper la maldición?
Cupido se arrellanó en el asiento.
— Ya sabes que todo en el universo es cíclico. Todo lo que comienza tiene un final. Puesto que fue Alexandria la que originó la maldición, debes ser convocado por otra mujer dedicada a Alejandro. Una que también necesite algo de ti. Debes hacer un sacrificio por ella y… —entonces, estalló en carcajadas.
Hasta que Tom se estiró por encima de la mesa y le agarró por la camiseta.
— ¿Y…?
Él le dio un empellón para que le soltara y adoptó una actitud seria.
— Bueno… —continuó mirando a ______ y a Selena—. ¿Nos disculpáis un momento?
— Soy una sexóloga —le dijo ______—. Nada de lo que digas podrá sorprenderme. 
— Y yo no pienso levantarme de esta mesa hasta que escuche los jugosos cotilleos —confesó Selena.
— De acuerdo entonces —convino Cupido, mientras miraba de nuevo a Tom—. Cuando la mujer consagrada a Alejandro te invoque, no podrás meter tu cucharita en su jarrita de mermelada hasta el último día. Será entonces cuando debáis uniros carnalmente antes de la medianoche, y te encargarás de no separar vuestros cuerpos hasta el amanecer. Si sales de ella en cualquier momento, por cualquier motivo, regresarás de inmediato al libro y la maldición seguirá vigente. 
Tom maldijo y miró hacia otro lado.
— Exactamente —le contestó su hermano—. Sabes lo fuerte que es la maldición de Príapo. No hay una puñetera forma de que aguantes treinta días sin tirarte a tu invocadora.
— Ése no es el problema —dijo Tom entre dientes—. El problema radica en encontrar a una mujer consagrada a Alejandro que me invoque.
Con el corazón latiendo desenfrenado a causa de los nervios, ______ se incorporó en el asiento.
— ¿Qué significa lo de «una mujer consagrada a Alejandro»?
Cupido encogió los hombros.
— Que tiene que llevar el nombre de Alejandro.
— ¿Como apellido? —preguntó ella.
— Sí.
______ alzó los ojos y buscó la mirada apesadumbrada de Tom.
— Tom, mi nombre completo es ______ Alexander.

CAPITULO # 30 (FIN DEL MARATOM)


Tom miró fijamente a ______; su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de decir. 
¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo…?
— ¿Tu apellido es Alexander? —repitió, incrédulo.
— Sí —le respondió ella, con una sonrisa alentadora en el rostro.
Cupido observó a su hermano con una mirada severa.
— ¿Ya habéis intimado vosotros dos?
— No —contestó Tom—. Aún no —y pensar que había estado enfadado por eso…
______ había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento la besaría. Una sonrisa iluminó el rostro de Cupido.
— Bueno, maldita sea mi suerte… En fin, mejor no nombrar la cuerda en casa del ahorcado… Nunca he conocido a una mujer que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a…
— Cupido —le cortó Tom, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de mujeres con las que se había acostado—. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?
— Una cosa más. La fórmula de mami sólo tendrá éxito si Príapo no lo descubre. Si lo hace, podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra. 
Tom apretó los puños ante el recuerdo de algunas de las acciones más repugnantes de su hermano.
Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Príapo le había odiado desde que nació. Y con el paso de los años, su hermano había dado un nuevo significado a la expresión «rivalidad fraternal». Tom dio un sorbo a su bebida.
— No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.
— A mí no me mires —replicó Cupido—. No soy de los suyos. Me confundes con el primo Dion. Y ahora que lo recuerdo, tengo que reunirme con mis chicos. Planeamos hacer un gran tributo al viejo Baco esta noche —alargó el brazo y dejó la mano con la palma hacia arriba—. Mi arco, si eres tan amable.
Con mucho cuidado, para no pincharse, Tom lo sacó del bolsillo y se lo devolvió.
En ese momento percibió la extraña mirada de su hermano mayor; una mirada de afecto sincero. 
— Estaré cerca por si me necesitas. Sólo tienes que llamarme; por mi nombre, nada de Cupido. Y por favor, deja eso de «bastardo inútil», ¡joder! —le miró con una sonrisa presuntuosa—. Debería haber sabido que eras tú. 
Tom no dijo nada mientras recordaba lo que había sucedido la última vez que tomó la palabra de su hermano, y le pidió ayuda. Cupido se levantó, miró a ______ y a Selena, y sonrió a Tom.
— Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza de Ares y la sabiduría de Atenea te guíen. 
— Y que Hades se encargue de asar tu vieja alma.
Cupido lanzó una carcajada.
— Demasiado tarde. Lo hizo cuando sólo tenía trescientos años y no fue tan horrible. Nos vemos, hermanito.
Tom no habló mientras Cupido se abría camino hacia la puerta de salida, como cualquier ser humano normal. La camarera les trajo el pedido y él cogió la extraña comida, consistente en un trozo de carne metido en dos rebanadas de pan; pero en realidad no tenía mucha hambre. Había perdido el apetito.
______ cubrió la carne con una cosa roja, la tapó con el pan y le dio un bocado. Selena picoteaba de una ensalada aderezada con la misma salsa.
Alzando la mirada, ______ se dio cuenta del ceño con que Tom la observaba mientras comía. Parecía aún más preocupado que antes, y tenía la mandíbula tan tensa que se veía que estaba apretando con fuerza los dientes.
— ¿Qué te ocurre? —le preguntó.
Él entrecerró los ojos suspicazmente. 
— ¿Estás dispuesta realmente a hacer lo que Eros ha dicho?
______ dejó la hamburguesa en el plato y se limpió la boca con la servilleta. En realidad, no le gustaba mucho la idea de que Tom usase su cuerpo para obtener la libertad. Sería una relación de una sola noche, sin compromisos ni promesas.
Tom se iría en cuanto acabase con ella. No tenía ninguna duda al respecto.



HOLA!! como estan?? ojala que bien!! bueno disculpenme que no haya agregado caps a esta novela pero es que me ah dado un poqito de flojera adaptar esta novela ademas de que 1 persona o 2 me comentan y eso hace que me de flojera pero aqui estan xD jajaja cada vez mas buena!! ahora si la raya le va a entregar el cuerpecito quiera o no a Tom, pero es por una buena causa :D ... Bueno que esten bien, Hasta luego