sábado, 28 de diciembre de 2013

Capitulos de Maratom

CAPITULO 8 

— Es un teléfono —dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger el auricular.
La mano no dejaba de temblarle mientras se lo acercaba a la oreja.
Lanzando una maldición, Tom se puso de lado.
— Selena, gracias a Dios que eres tú —dijo ______, tan pronto como escuchó su voz. ¡En ese momento agradecía muchísimo la habilidad que tenía Selena de saber el momento preciso en que llamar!
— ¿Qué pasa? —preguntó su amiga.
— Deja de hacer eso —le espetó a Tom que, en ese instante, se dedicaba a lamerle las nalgas en un movimiento descendente…
— Pero si no estoy haciendo nada —le dijo Selena.
— Tú no, Lanie.
El silencio cayó sobre el otro extremo de la línea.
— Escucha —le dijo ______ a Selena con una dura advertencia en la voz—. Necesito que busques entre la ropa de Bill y traigas unas cuantas cosas. Ahora.
— ¡Funcionó! —el agudo chillido estuvo a punto de perforarle el tímpano—. ¡Ay, Dios mío! ¡Funcionó!, ¡no puedo creerlo! ¡Voy para allá!
______ colgó el teléfono justo cuando la lengua de Tom bajaba desde sus nalgas hacia…
— ¡Para ya!
Él se echó hacia atrás y la miró con el ceño fruncido, estupefacto.
— ¿No te gusta que te haga eso?
— Yo no he dicho eso —contestó antes de poder detenerse.
Tom se acercó de nuevo a ella. ______ bajó de un salto de la cama.
— Tengo que irme a trabajar.
Tom se apoyó en un brazo, tendido sobre un costado, y la observó mientras recogía los pantalones del pijama y se los arrojaba. Los agarró con una mano mientras sus ojos se movían, perezosamente, sobre el cuerpo de ______.
— ¿Por qué no llamas para decir que estás enferma?
— ¿Que estoy enferma? —repitió—. ¿Y tú cómo conoces ese truco?
Él se encogió de hombros.
— Ya te lo he dicho. Puedo escuchar mientras estoy encerrado en el libro. Por eso puedo aprender idiomas y entender los cambios en la sintaxis.
Con la misma elegancia de una pantera que se endereza tras estar agazapada, Tom apartó el edredón y salió lentamente de la cama. No llevaba los pantalones. Y su miembro estaba totalmente erecto.
Hipnotizada, ______ fue incapaz de moverse.
— No hemos acabado —dijo él con la voz ronca, mientras se acercaba a ella.
— ¡Pues claro que sí! —le contestó ______, y huyó al cuarto de baño, encerrándose allí tras echar el pestillo a la puerta. 
Con los dientes apretados, Tom tuvo la repentina necesidad de golpearse la cabeza contra la pared de tan frustrado como se sentía. ¿Por qué tenía que ser tan testaruda?
Se miró el miembro rígido y soltó un juramento.
— ¿Y tú no puedes comportarte durante cinco minutos al menos?
______ se dio una larga ducha fría. ¿Qué tenía Tom que hacía que su sangre literalmente hirviera? Incluso ahora podía sentir el calor de su cuerpo sobre ella.
Sus labios sobre…
— ¡Para, para, para!
No era una ninfómana sin control sobre sí misma. Era una licenciada en Filosofía, con un cerebro; y sin hormonas.
Pero aun así, sería extremadamente fácil olvidarse de todo y pasar todo el mes en la cama con Tom.
— Muy bien —se dijo a sí misma—. Supongamos que te metes en la cama con él un mes. Y luego, ¿qué? —Se enjabonó el cuerpo mientras la irritación desvanecía los últimos rescoldos de su deseo—. Yo te diré qué pasará después. Él se irá y tú, colega, te quedarás sola otra vez.
» ¿Te acuerdas de lo que ocurrió cuando Paul se marchó? ¿Te acuerdas de cómo te sentías cuando te paseabas por la habitación, con el estómago revuelto porque habías permitido que te utilizara? ¿Te acuerdas de la humillación que sentías?
Pero aún peor que esos recuerdos, era la imagen de Paul mofándose de ella a carcajadas con sus amigos, mientras recogía el dinero de la apuesta. Cómo deseaba haber sido un hombre en ese momento, para poder abrir la puerta de su apartamento de una patada y golpearlo hasta hacerlo pedazos.
No, no dejaría que nadie más la utilizara.
Le había costado años superar la crueldad de Paul, y no tenía ningún deseo de arruinar lo que había conseguido por un capricho. ¡Aunque fuese un fabuloso capricho!
No, no y no. La próxima vez que se entregara a un hombre, sería con uno que estuviese unido a ella. Alguien que la cuidara. 
Alguien que no dejase a un lado su dolor y continuase usando su cuerpo buscando su propio placer, como si ella no importara nada —pensaba, mientras los recuerdos reprimidos regresaban a la superficie. Paul se había comportado como si ella no hubiese estado presente. Como si no hubiese sido más que una muñeca sin emociones, diseñada sólo para proporcionarle placer.
Y no estaba dispuesta a dejar que la volviesen a tratar así, especialmente si se trataba de Tom.



CAPITULO 9

Tom bajó las escaleras, maravillado por la brillante luz del sol que entraba por las ventanas. Le resultaba divertido el hecho de que la gente diese por sentado esos pequeños detalles. Recordaba la época en la que no se fijaba en algo tan simple como una mañana soleada.
Y ahora, cada una de ellas era un verdadero regalo de los dioses. Un regalo que tenía toda la intención de degustar durante el mes que tenía por delante, hasta que estuviese obligado a regresar a la oscuridad. 
Con el corazón agobiado, se dirigió a la cocina, hacia el armario donde ______ guardaba la comida. Al abrir la puerta le sorprendió la frialdad. Alargó la mano y dejó que el aire frío le acariciara la piel. Increíble.
Sacó varios recipientes, pero no pudo leer las etiquetas.
— No comas nada que no puedas identificar —se recordó a sí mismo, mientras pensaba en algunas de las asquerosidades que había visto a la gente comer a lo largo de los siglos. 
Se inclinó hacia delante y rebuscó hasta encontrar un melón en uno de los cajones inferiores. Lo llevó a la encimera del centro de la cocina, cogió un cuchillo largo del soporte, donde ______ tenía al menos una docena de ellos, y lo partió por la mitad.
Cortó un trozo y se lo introdujo en la boca. 
Cuando el delicioso jugo inundó sus papilas gustativas, gruñó de satisfacción. La dulce pulpa hizo que su estómago rugiera con una feroz exigencia. La garganta le pedía, con una sensación cercana al dolor, que le proporcionara un poco más de aquel relajante dulzor. 
Era tan estupendo volver a tener comida… Tener algo con lo que apagar la sed y el hambre.
Antes de poder detenerse, dejó el cuchillo a un lado y comenzó a partir el melón con las manos, llevándose los trozos a la boca tan rápido como podía.
¡Por los dioses!, estaba tan hambriento… Tenía tanta sed…
No fue consciente de lo que hacía hasta que se descubrió desgarrando la cáscara.
Se quedó paralizado al ver sus manos cubiertas con el jugo del melón, y los dedos curvados como las garras de cualquier animal.
«Date la vuelta, Tom y mírame. Ahora sé un buen chico y haz lo que te ordeno. Tócame aquí. Mmm… sí, eso es. Buen chico, buen chico. Házmelo bien y te traeré de comer en un momento.»
Tom se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su última invocación. No era de extrañar que se comportara como un animal; le habían tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba cómo ser un hombre.
Al menos, ______ no le había encadenado a la cama.
Todavía.
Asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras daba gracias mentalmente por el hecho de que ______ no hubiese presenciado su pérdida momentánea de control.
Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y lo echó al recipiente donde había visto a ______ tirar la basura la noche anterior. Después, abrió el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de la pegajosa pulpa. 
Tan pronto como el agua fresca le rozó la piel, suspiró de placer. Agua. Fría y pura. Era lo que más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor. 
Dejó que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era maravillosamente relajante la sensación de sentir el frescor en la boca y después notar cómo bajaba por la garganta, calmando su sed. Lo único que deseaba en ese momento era meterse en el fregadero y dejar que el agua se deslizara por todo su cuerpo.
Dejar que…
Escuchó que alguien golpeaba suavemente la puerta y, al instante, un ruido de pasos que descendían por la escalera. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que había junto al fregadero para secarse las manos y la cara.
Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la voz de Selena.
— ¿Dónde está?
Tom agitó la cabeza ante el entusiasmo de la amiga de ______. Eso era lo que había esperado de ______. 
Las dos mujeres entraron a la cocina. Tom alzó la mirada y se encontró con unos ojos marrones tan grandes como dos escudos espartanos. 
— ¡Jesús, María y José! —balbució Selena.
______ cruzó los brazos sobre el pecho, en sus ojos brillaba una mezcla de ira y diversión. 
— Tom, ésta es Selena.
— ¡Jesús, María y José! —repitió su amiga.
— ¿Selena? —preguntó ______, moviendo la mano ante los ojos de su boquiabierta amiga, que ni siquiera parpadeó.
— ¡Jesús, Ma…!
— ¿Vas a dejarlo ya? —la reprendió ______.
Selena dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y dio una vuelta completa alrededor de Tom para poder ver su cuerpo desde todos los ángulos. Sus ojos comenzaron por la cabeza y descendieron hasta los dedos de los pies. 
Tom apenas pudo suprimir la ira ante semejante escrutinio.
— ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez, o prefieres que me baje los pantalones para que puedas inspeccionarme más a gusto? —le preguntó con más malicia de la que había pretendido en un principio. Después de todo, ella estaba, técnicamente, de su parte.
Si cerrase la boca y dejara de mirarlo de aquel modo… Nunca había soportado ser el centro de esas desmedidas muestras de atención. 
Selena alargó la mano, insegura, para tocarle el brazo.
— ¡Uuuh! —se burló él, consiguiendo que Selena diera un respingo.
______ soltó una carcajada.
Selena frunció el ceño y les dedicó a ambos una furiosa mirada.
— Muy bien, ¿estáis intentando reíros de mí?
— Te lo mereces —le dijo ______ mientras cogía un trozo de melón recién cortado por Tom y se lo llevaba a la boca—. Por no mencionar que tú vas a ocuparte de él durante el día de hoy.
— ¿Qué? —preguntaron Tom y Selena al unísono.
______ se tragó el bocado.
— Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta, ¿no?
Selena sonrió con malicia.
— Apuesto a que Lisa y tus pacientes femeninas estarían encantadas.
— Exactamente igual que el chico que tiene cita a las ocho. No obstante, no creo que fuese muy productivo.
— ¿No puedes cancelar las citas? —preguntó Selena.
Tom estuvo de acuerdo. No le apetecía en absoluto mostrarse en un sitio público. La única parte de la maldición que encontraba remotamente tolerable era el hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo mantenían oculto en sus estancias privadas o en los jardines.
— Sabes perfectamente por qué —contestó ______—. No tengo un maridito abogado que me mantenga. Además, no creo que a Tom le guste quedarse solo en casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy segura de que le encantará salir y conocer la ciudad.
— Preferiría quedarme aquí contigo —dijo él.
Porque lo que realmente le apetecía era verla retorcerse otra vez bajo su cuerpo, y sentir cómo todo su miembro se empapaba con su flujo, mientras la hacía chillar de placer.
______ quedó atrapada en su mirada, y Tom reconoció el deseo que brillaba en las profundidades grises de sus ojos. En ese instante, descubrió lo que se proponía. Se iba a trabajar para evitar quedarse a solas con él.
Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa.
Y, entonces, sería suya. 
Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y la pasión que poseía un soldado Macedonio entrenado en el ejército Espartano. 

CAPITULO 10 (FIN DEL MARATOM)



La mañana pareció transcurrir muy lentamente con la habitual ronda de citas. Por mucho que intentase concentrarse en sus pacientes y sus problemas, no lo lograba.
Una y otra vez, su mente volvía a recordar una piel tostada por el sol y unos ardientes ojos cafeces. 
Y una sonrisa…
Cómo desearía que Tom no le hubiese sonreído jamás. Esa sonrisa podía muy bien ser su perdición.
—…y entonces le dije: «Dave, mira, si quieres ponerte mi ropa, de acuerdo. Pero no toques mis vestidos de diseño, porque cuando te los pones, me doy cuenta de que te quedan mejor que a mí, y me dan ganas de dárselos todos al Ejército de Salvación.» ¿Hice bien, doctora?
______ alzó la vista del cuaderno donde garabateaba bocetos de hombres «contentos» con lanzas en ristre.
— ¿Qué decías, Rachel? —le preguntó a la paciente, sentada en el sillón justo enfrente de ella.
La mujer era una fotógrafa elegantemente vestida.
— ¿Estuvo bien lo de decirle a Dave que no se pusiera mi ropa? A ver, joder, no sienta muy bien que a tu novio le quede tu ropa mejor que a ti, ¿no?
______ asintió.
— Por supuesto. Es tu ropa y no tendrías por qué cerrar tu vestidor con llave.
— ¿Lo ve? ¡Lo sabía!, eso fue lo que le dije. ¿Pero acaso me escuchó? No. Él puede llamarse Davida siempre que quiera, y decirme que es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre; pero cuando aterriza, me escucha como lo hacía mi exmarido. Juraría…
______ miró inadvertidamente la hora… otra vez. Casi había acabado con Rachel.
— Ya sabes, Rachel —le dijo, cortándola antes de que pudiese comenzar su consabida arenga sobre los hombres y sus irritantes costumbres—, quizás deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la sesión conjunta con Dave, ¿no crees?
Rachel asintió.
— Estupendo. Pero recuérdeme el lunes que le hable sobre Chico.
— ¿Chico?
— El chihuahua que vive en el apartamento de al lado. Juraría que ese perro me ha echado el ojo. 
______ frunció el ceño. No era posible que Rachel insinuase lo que ella estaba imaginado que en el fondo quería decir.
— ¿El ojo?
— Ya sabe, el ojo. Puede que parezca un chucho, pero ese perro sólo piensa en el sexo. Cada vez que paso a su lado, me mira la falda. Y no se imagina lo que hace con mis zapatillas de deporte. Ese perro es un pervertido.
— Vale —contestó ______, interrumpiéndola de nuevo. Empezaba a sospechar que no podía hacer nada con Rachel, y su obsesión acerca de que todos los hombres del mundo se morían por poseerla—. Definitivamente, nos ocuparemos de desentrañar el enamoramiento que ese Chihuahua siente por ti. 
— Gracias doctora. Es usted es la mejor —Rachel recogió su bolso del suelo y se encaminó hacia la puerta.
______ se frotó la frente mientras las palabras de Rachel aún resonaban en su cabeza. ¿Un chihuahua? ¡Jesús!
Pobre Rachel. Tenía que haber algún modo de ayudar a esta pobre mujer.
Aunque, por otro lado, era preferible tener a un chihuahua lanzando miradas lujuriosas a tu falda, que a un esclavo griego. 
— Ay, Lanie —resopló—, ¿cómo consigues meterme en estos líos?
Antes de poder hilar ese pensamiento, sonó el zumbido del intercomunicador.
— ¿Sí, Lisa?
— Su cita de las once ha sido cancelada, y durante la hora de la señorita Thibideaux, su amiga Selena Laurens ha llamado seis docenas de veces; y no estoy exagerando, ni bromeando. Ha dejado una cantidad impresionante de mensajes para que la llame al móvil tan pronto como sea posible.
— Gracias, Lisa.
Cogió el teléfono y marcó el número de Selena.
— ¡Uf, gracias a Dios! —exclamó su amiga antes de que ______ pudiese pronunciar palabra—. Mueve el culo hasta aquí y llévate a tu novio a tu casa. ¡Ahora mismo!
— No es mi novio, es tu…
— ¡Ah!, ¿quieres saber lo que es? —le preguntó Selena con un tono histérico—. Es un jodido imán de estrógenos, eso es lo que es. Estoy rodeada de una multitud de mujeres en este mismo momento. Sunshine está encantada, porque está vendiendo más cerámica de la que ha vendido en su vida. He intentado llevar a Tom de vuelta a tu casa esta mañana, pero no he podido abrir un huequecito en semejante muchedumbre. Te juro que si lo ves, pensarías que hay un famoso. Es la primera vez que soy testigo de algo así. Y ahora, ¡mueve el culo y ven a ayudarme!
Y colgó.
______ maldijo su suerte y le pidió a Lisa, a través del intercomunicador, que cancelara todas las citas pendientes para el resto del día.

1 comentario:

  1. Ay mi Tom todo un galan!!
    Ya (tn) no te hagas de rogar .. Tienes q estar con Tom si o siii...

    Siguelaa porfaaaa.. ; ) amo tus fics

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