martes, 8 de abril de 2014

Capitulos del Maratom

CAPITULO # 39
Con el dedo aún en la boca, Tom le dedicó una sonrisa traviesa y alargó el brazo para abrir el grifo, que estaba a su espalda. Hizo un círculo completo con la lengua alrededor del dedo una vez más antes de abrir la boca y colocarlo bajo el chorro de agua fría. Sosteniéndole el brazo para que el agua aliviara el escozor de la quemadura, se acercó a la planta de aloe, que estaba en alféizar de la ventana, y cortó un trozo. 
— ¿Conoces las propiedades del aloe? —le preguntó ella.
— Sus propiedades curativas se conocían mucho antes de que yo naciera —respondió él.
Cuando frotó el dedo con la viscosa savia de la planta, ______ sintió que un escalofrío le recorría la espalda y se le hacía un nudo en el estómago.
— ¿Te sientes mejor?
Ella asintió con la cabeza. Con la ternura y el deseo reflejados en los ojos, Tom contempló sus labios como si aún pudiese percibir su sabor.
— Creo que, a partir de ahora, dejaré que seas tú la que se encargue del horno —le dijo.
— Probablemente sea lo mejor.
______ se apartó de él y sacó las baguettes, que aún eran comestibles. 
Sirvió los platos y precedió a Tom hasta la sala de estar, donde se sentaron a comer en el suelo, delante del sofá, mientras veían Matrix.
— Me encanta esta película —dijo ella cuando empezaba la película.
tom colocó el plato sobre la mesita de café y se acercó a ______.
— ¿Siempre comes en el suelo? —le preguntó antes de llevarse un trozo de pan a la boca.
Fascinada por la armonía de sus movimientos, ______ observó atentamente cómo la mandíbula de Tom se tensaba al masticar. ¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca agua? Comenzaba a entender por qué el resto de sus invocadoras lo habían utilizado. La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba empezando a resultarle muy tentadora. Y además tenían aquellos grilletes…
— Bueno —dijo alejando su mente de aquella maravillosa y bronceada piel, y de lo bien que se vería si Tom estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón—, está la mesa del comedor, pero puesto que la mayoría de las noches estoy sola, prefiero tomarme un tazón de sopa en el sofá.
Tom giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los tallarines estuvieron perfectamente enrollados. 
— Necesitas a alguien que cuide de ti —le dijo antes de llevarse el tenedor a la boca.
______ se encogió de hombros.
— Yo me cuido sola.
— No es lo mismo.
______ lo miró ceñuda. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía desde el punto de vista machista. Tom hablaba desde el corazón y basándose en su propia experiencia. 
— Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? —susurró ella.
Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que ______ captara el destello del deseo en sus ojos. Ella lo observó mientras permanecía unos minutos atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. ______ estaba toda cubierta de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer una sola gota.
— Enséñame cómo haces eso —le dijo.
Tom la miró con curiosidad.
— ¿El qué?
— Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los nervios. No consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdida.
— Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?
______ se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.
— A ver, ¿cómo lo haces?
Tom tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
— Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y ______.
— Tom… —le advirtió ella.
— Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
— Hum… —exclamó dubitativa. De todos modos, no podía evitar sentir su proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Tom se extendió por su espalda cuando la rodeó con sus maravillosos brazos.
Al sentarse tras ella, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado de su cuerpo y cuando se inclinó hacia delante, ______ notó su erección presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba empezando a acostumbrase. Sentía el poder y la fuerza de Tom mientras su cuerpo fibroso y esbelto se acomodaba tras ella, dejándola sin aliento y muy insegura. Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a extenderse en su interior, jamás le había ocurrido algo así. ¿Qué tenía Tom que le hacía sentirse tan protegida y feliz? Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el nombre, porque no había nada malévolo en las sensaciones que la embargaban.
— Muy bien —le dijo Tom, y su aliento le rozó la oreja haciendo que una descarga eléctrica la traspasara. Al instante, le cogió las manos y los dos juntos sostuvieron los cubiertos. 
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma a flores que desprendía el cabello de ______. Estaba empleando toda su fuerza de voluntad para concentrarse en la tarea de enseñarle a comer tallarines, y olvidarse de lo mucho que deseaba hacerle el amor.
Ella deslizó provocativamente los dedos entre los suyos, intensificando de ese modo las sensaciones que su piel cálida y suave producían en Tom. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él. Una que no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de ella, y no se trataba sólo de su cuerpo. Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas. ______ no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y su alma. Ni todo el anhelo del mundo podría cambiar un hecho esencial: no se merecía una mujer como ella. Jamás lo había merecido…
CAPITULO  # 40
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara para ayudarse a enrollar los tallarines en el tenedor. 
— ¿Ves? —murmuró, acercándole el tenedor a los labios—. Es sencillo.
Ella abrió la boca y Tom introdujo con cuidado el tenedor. Mientras lo sacaba, deslizándolo entre sus labios, sintió que experimentaba una nueva forma de tortura.  El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su sentido común le decía que se alejara de ella. Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto tiempo sin tener un amigo… No podía dejarla ahora. No sabía cómo hacerlo. Así que siguió dándole de comer. ______ se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de las suyas y dejó que él tomara el control. Mientras masticaba los tallarines, cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Tom. Él le mordisqueó los dedos al ponérselo en la boca.  ______ sonrió y le acarició el mentón mientras masticaba. ¡Uf! La forma en que se tensaba ese músculo bajo su mano… le encantaba cómo se movía su cuerpo, cómo se relajaban y se contraían sus músculos, por muy pequeño que fuese el esfuerzo. Una mujer jamás podría cansarse de mirarlo. Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Tom le robó unos cuantos tallarines.
— ¡Oye, tú! —le dijo bromeando—. Eso es mío.
Sus celestiales ojos cafeces resplandecieron al sonreír, y le ofreció de nuevo el tenedor para que siguiera comiendo. Mientras masticaba, ______ le acercó la copa de vino a los labios. Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado pronto, con lo que el vino se derramó por su barbilla y cayó sobre la camisa. 
— ¡Lo siento! —exclamó, limpiándole la barbilla con los dedos. Su incipiente barba le raspaba la piel—. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano y se dedicó a lamer el vino que caía por sus dedos. ______ dejó escapar un gemido. Tom le lamía los dedos y los mordisqueaba con mucha suavidad, y ella se estremecía de la cabeza a los pies.  Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando acabó, le alzó la barbilla y capturó sus labios. Pero no fue el beso exigente y fiero al que ella estaba acostumbrada. El que utilizaba para seducirla y devorarla. Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Tom eran delicados pero exigentes. 
Entonces se alejó.
— ¿Aún tienes hambre? —le preguntó.
— Sí —balbució ______, sin referirse a la comida, sino a los apetitos que su cuerpo estaba experimentando junto a él.
Tom le ofreció más tallarines.Cuando ella le acercó la copa nuevamente para calmar su sed, Tom le cubrió la mano con la suya mientras la observaba con ojos risueños. Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su mutua compañía, hasta el final de la película. Tom pareció muy interesado en las luchas finales. 
— Vuestras armas son fascinantes —comentó.
— Supongo que para un general deben serlo.
Él la miró de reojo y siguió atento a la película.
— ¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
— Las alegorías.
Él asintió.
— Tiene influencias de Platón.
— ¿Conoces a Platón? —le preguntó sorprendida.
— Lo estudié cuando era joven.
— ¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
— Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas entre paliza y paliza.
— No estás hablando en serio, Tom.
— Ya.
Una vez acabó la película, la ayudó a recoger la cocina. Cuando ella cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
— No tardaré nada —le dijo mientras corría hacia la salita para contestar.
— ______, ¿eres tú?
Se quedó helada al escuchar la voz de Rodnay Carmichael.
— Hola, señor Carmichael —lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Luanne por marcharse de la ciudad. Tan sólo había tenido una sesión con Rodney, el miércoles, pero había sido suficiente para hacer que deseara contratar a un detective privado que buscase a Luanne y la trajera de vuelta. El tipo le daba escalofríos.
— ¿Dónde estuviste hoy, ______? No estarás enferma, ¿verdad? Podría llevarte…
— ¿No le cambió Lisa su cita?
— Sí, pero estaba pensando que podían…
— Mire, señor Carmichael, no atiendo a mis pacientes en casa. Le veré a la hora de su sesión. ¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
— ¿______? 
Ella saltó y chilló al escuchar la voz de Tom a su espalda.

CAPITULO # 41
Él la observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría haber encontrado divertida si no hubiese estado tan aterrorizada.
— ¿Estás bien? —le preguntó él.
— Sí, lo siento —dijo, colgando el teléfono—. Era ese paciente del que te hablé. Rodney Carmichael. Me saca de quicio.
— ¿Qué?
— Que me pone muy nerviosa —por primera vez, agradecía muchísimo la presencia de Tom. De no estar él, se habría ido a casa de Selena y Bill, en busca de su hospitalidad durante el fin de semana—. Venga —le dijo mientras apagaba la luz de la cocina—. ¿Nos vamos arriba y empiezo a enseñarte a leer?
Tom negó con la cabeza.
— No te rindes, ¿verdad?
— No.
— Muy bien —le respondió, siguiéndola escaleras arriba—. Acepto que me des clases si te pones la negligé roj…
— No, no y no —dijo ella, deteniéndose en mitad de la escalera y girándose para mirarlo—. Me temo que eso no va a ser posible.
Él se acercó y acarició el pelo que le caía sobre el hombro.
— ¿No sabes que necesito una musa que me anime a aprender? ¿Y qué mejor musa que tú vestida con…?
______ le colocó los dedos sobre los labios para impedir que siguiera hablando.
— Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo que no sepas ya.
Él le mordisqueó los dedos.
— Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que la convenciera.
— Será mejor que te comportes —le advirtió, mirándole por encima del hombro mientras acababa de subir los escalones.
______ entró en el enorme vestidor que su padre había convertido en biblioteca años atrás, y rebuscó en los estantes hasta encontrar su viejo cuento de Peter Pan.
Tom rebuscó en sus cajones hasta encontrar el deplorable atuendo. Intercambiaron objetos en el centro de la habitación. ______ corrió hacia el cuarto de baño y se cambió de ropa pero, tan pronto como se contempló en el espejo, con la diáfana prenda roja, fue incapaz de moverse. ¡Puaj! Si Tom la veía con esas pintas saldría dando alaridos de la habitación.
CAPITULO # 42 (FIN DEL MARATOM)
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado por su cuerpo, se quitó la negligé y se puso su sencilla camisola rosa. Se envolvió en su grueso albornoz antes de regresar a la habitación. Tom meneó la cabeza.
— ¿Por qué te has puesto eso?
— Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que hace que los hombres babeen.
— ¿Qué estás intentando decirme?, ¿que eres un hombre?
Ella frunció el ceño ante su lógica.
— No.
— ¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un hombre?
— Porque no soy ciega. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo modo que las mujeres hacen contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunada cuando se dan cuenta de que soy una mujer. 
— ______ —masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de la cama—. Ven aquí —le ordenó.
Ella obedeció. Tom la colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
— ¿Qué ves? —le preguntó.
— A ti.
Él le sonrió. Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de ______.
— ¿Qué ves cuando te miras? 
— Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos y comprarse un cargamento de crema anti manchas para hacer desaparecer las pecas.
A él no pareció hacerle gracia. Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera del albornoz, donde descansaba el nudo del cinturón.
— Déjame que te diga lo que yo veo —ronroneó justo sobre su oreja, mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo—. Veo un hermoso cabello, oscuro como la noche. Suave y abundante. Tienes el cabello ideal para que caiga en cascada sobre el vientre desnudo de un hombre, para enterrar la cara en él y aspirar su aroma. 
______ empezó a temblar.
— Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser besados. Y con respecto a tus pecas, son fascinantes. Añaden un toque juvenil a tu encanto que te hace única e irresistible.
No sonaba tan mal dicho por él. Le desabrochó el albornoz e hizo una mueca ante la visión de la camisola rosa. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
— ¿Qué tenemos aquí? —masculló, devorándola con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Tom le bajó el albornoz por los brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro mientras sus ojos la contemplaban a través del espejo. Le alzó la camisola.
— Tom —dijo ella, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. ______ no pudo moverse, ya que la pasión y la ternura que se reflejaban en los ojos de Tom la sumieron en un estado de trance. 
— Quiero verte, ______ —le dijo en un tono que dejaba a las claras que no admitiría un no por respuesta. 
Antes de poder volver a pensar con claridad, él le quitó la camisola y pasó sus manos sobre la piel desnuda de su estómago.
— Tus pechos no son pequeños —susurró, incorporándose tras ella—. Tienen el tamaño perfecto para la mano de un hombre —y para demostrar su afirmación, acercó las manos y los cubrió con ellas.
— Tom —balbució ______ con un gemido y el cuerpo abrasado—. Recuerda tu promesa.
— Me estoy comportando bien —respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, ______ observó sin aliento en el espejo cómo Tom dejaba sus pechos y le acariciaba las costillas, descendiendo hasta las caderas y una vez allí, metía las manos bajo el elástico de sus braguitas. 
— Tienes un cuerpo hermoso, ______ —le dijo mientras le acariciaba el pubis.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Tom le mordisqueó el cuello mientras sus manos jugueteaban con los rizos oscuros de su entrepierna. 
— Tom —lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de hacerlo más tarde.
— ¡Shh! —le dijo al oído—. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo. 
______ gimió, consumida por la pasión. Tom capturó sus labios y la besó plena y profundamente. De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor. La levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras la llevaba hasta la cama. De algún modo, se las arregló para acomodarla sobre el colchón y tumbarse sobre ella sin dejar de besarla. Ciertamente tenía un gran talento. Y ¡uf!, ______ se sentía arder con sus caricias. Con su aroma escandalosamente sensual. Con la sensación de su cuerpo tendido junto a ella. Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras él le separaba los muslos con las rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre ella. Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y viril, mientras restregaba sus esbeltas caderas contra ella. Aun a través de los vaqueros, podía sentir su erección presionando sobre su entrepierna. Como si estuviesen atraídas por un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al movimiento de Tom. 
— Eso es, ______ —murmuró sobre sus labios, mientras seguía rozando su miembro hinchado contra ella, de un modo tan magistral que ______ supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro de ella—. Siente mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
______ volvió a gemir cuando Tom abandonó sus labios y dejó un abrasador reguero de besos por su garganta, hasta llegar a sus pechos, que comenzó a succionar con suavidad. ______ deliraba de placer mientras enterraba las manos en los mechones negros de Tom. Él atormentó implacablemente sus pechos con la lengua.





holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! como estan?? espero que bien ... aqui estan los capitulos, el ultimo esta ... *-* dios!! impresionante xD .... difrutenlos ... adios 

2 comentarios:

  1. Por que la has dejado ahii??
    Yo queria seguir leendooo!!

    Esta uffff 1313 .. Siguelaa Virgii ..
    La amo tus fics.. Espero que pronto subad en tus otras fics :)

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  2. Me encaaaaaaanta, diosss siguela por favorrrr

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