jueves, 17 de abril de 2014

Capitulos del maratom

CAPITULO # 67
— ¿Cómo se llamaba?
Tom tragó saliva. No había pronunciado los nombres de sus hijos desde el día de su muerte. No se había atrevido pero, no obstante, quería compartirlos con ______.
— Atolycus. Mi hija se llamaba Calista.
______ lo miró con una sonrisa triste, como si compartiera su dolor por la pérdida.
— Tenían unos nombres preciosos.
— Eran unos niños preciosos.
— Si se parecían en algo a ti, me lo creo.
Eso había sido lo más hermoso que nadie le había dicho jamás.
Tom le pasó la mano por el pelo, dejando que los mechones se escurrieran sobre su palma. Cerró los ojos y deseó poder quedarse así para siempre.
El miedo a tener que abandonarla lo estaba destrozando. Nunca le había gustado la idea de ser engullido por aquel desolado infierno que era el libro; pero ahora, al pensar que jamás volvería a verla, que jamás volvería a oler el dulce aroma de su piel, que sus manos jamás volverían a rozar el suave rubor de sus mejillas…
No podía soportarlo. Era demasiado.
¡Por los dioses!, y había creído hasta entonces que estaba maldito…
______ se alejó un poco, lo besó suavemente en los labios y cogió el libro. 
Tom tragó. Ella quería rescatarlo y, por primera vez durante todos aquellos siglos, quería ser rescatado. 
Se tendió en el suelo para que ______ pudiese apoyar la cabeza en él. Le encantaba sentirla así. Sentir su pelo extendiéndose sobre los brazos y el torso. 
Estuvieron tendidos en el suelo hasta las primeras horas de la madrugada; Tom la escuchaba mientras leía la Odisea y narraba las historias de Aquiles. 
Observaba cómo el cansancio iba haciendo mella en ella, pero continuaba leyendo. Finalmente, cerró los ojos y se quedó dormida. 
Tom sonrió y le quitó el libro de las manos para dejarlo a un lado. Le acarició la mejilla con la palma de la mano durante un instante.
No tenía sueño. No quería desaprovechar ni un solo segundo del tiempo que tenía para estar a su lado. Quería contemplarla, tocarla. Absorberla. Porque atesoraría esos recuerdos durante toda la eternidad. 
Nunca había pasado una noche así: tumbado tranquilamente en el suelo junto a una mujer, sin que ella montara su cuerpo y le exigiese que la tocara y la poseyera. 
En su época, los hombres y las mujeres no solían pasar demasiado tiempo juntos. Durante las temporadas que pasó en su hogar, Penélope le hablaba en raras ocasiones. De hecho, no había demostrado mucho interés en él. 
Por las noches, cuando la buscaba, no lo rechazaba. Pero, no obstante, no estaba ansiosa por sus caricias. Siempre había conseguido engatusarla para que su cuerpo le respondiera apasionadamente, pero no así su corazón.
Deslizó las manos por el pelo negro de ______, extasiado por la sensación de tenerlo entre los dedos. Su mirada se detuvo sobre su anillo. Brillaba tenuemente, captando la escasa luz de la estancia.
En su mente, lo veía cubierto de sangre. Recordaba cómo se le clavaba en el dedo mientras blandía la espada en mitad de una batalla. Ese anillo lo había significado todo para él, y no le había resultado fácil conseguirlo. Se lo había ganado con el sudor de su frente y con las numerosas heridas que sufrió su cuerpo. Le había costado mucho, pero había merecido la pena. 
Durante un tiempo fue respetado, aunque no lo amaran. En su vida como mortal, eso había sido esencial. 
Suspirando, echó la cabeza hacia atrás para apoyarse en el cojín del sofá que había puesto sobre el suelo y cerró los ojos. 
Cuando por fin se deslizó entre las neblinas del sueño, no fueron los rostros del pasado los que poblaron su mente, fue la imagen de unos claros ojos mieles que se reían con él, de una negra melena que se desparramaba por su pecho y de una voz suave que leía palabras que le resultaban familiares aunque, de algún modo, extrañas.

______ se desperezó lánguidamente al despertarse. Abrió los ojos y se sorprendió al darse cuenta de que tenía la cabeza sobre el abdomen de Tom. Él tenía la mano enterrada en su pelo y, por la respiración relajada y profunda, supo que todavía estaba dormido.
Alzó la mirada hacia su rostro. Tenía una expresión tranquila, casi infantil.
Y entonces fue consciente de algo: no había tenido la pesadilla. Había dormido toda la noche. 
Sonriendo, intentó levantarse muy despacio para no despertarlo.
No funcionó. Tan pronto como levantó la cabeza, Tom abrió los ojos y la abrasó con una intensa mirada.

CAPITULO # 68

— ______ —dijo en voz baja.
— No quería despertarte.
Ella señaló las escaleras con el pulgar. 
— Iba arriba a darme una ducha. ¿Debería cerrar la puerta?
La recorrió con ojos ardientes.
— No, creo que puedo comportarme.
Ella sonrió.
— Me parece que ya he oído eso antes.
Tom no contestó. 
______ subió y se dio una ducha rápida.
Una vez acabó, fue a su habitación y se encontró a Tom tumbado en la cama, hojeando su ejemplar de La Ilíada.
La miró con expresión absorta al darse cuenta de sólo llevaba puesta una toalla. Una lasciva sonrisa hizo que sus hoyuelos aparecieran en todo su esplendor, y la temperatura del cuerpo de ______ ascendió varios grados. 
— Me pongo la ropa y…
— No —le dijo con tono autoritario.
— ¿Que no qué? —preguntó incrédula.
La expresión de Tom se suavizó.
— Preferiría que te vistieras aquí. 
— Tom…
— Por favor.
______ se puso muy nerviosa ante la petición. Jamás había hecho algo así en su vida. Y se sentía avergonzada.
— Por favor, por favor… —volvió a rogarle con una leve sonrisa.
¿Qué mujer le diría que no a una expresión como ésa?
Lo miró con recelo.
— No te atrevas a reírte —le dijo mientras abría vacilante la toalla. 
Tom miró sus pechos con ojos hambrientos. 
— Puedes estar completamente segura de que la risa es lo último que se me pasa por la mente en estos momentos. 
Y entonces, se levantó de la cama y se acercó a la cómoda, donde ______ guardaba la ropa interior, con los movimientos gráciles de un depredador. Un extraño escalofrío recorrió la espalda de ______ mientras observaba cómo la mano de Tom rebuscaba entre sus braguitas hasta encontrar las de seda negra que Selena le había regalado de broma.
Tom las sacó y se arrodilló en el suelo delante de ella, con toda la intención de ayudarla a ponérselas. Sin aliento y totalmente entregada a la seducción, ______ miró sus rizos negros mientras elevaba una pierna para dejar que él le pasara las braguitas por el pie. 
Tras sus manos, que deslizaban la seda ascendiendo por su pierna, sus labios dejaban un reguero de besos que la hicieron estremecerse. Para mayor devastación de todos sus sentidos, abrió las manos y las colocó sobre sus muslos con los dedos totalmente extendidos. Y lo que fue aún peor, una vez las braguitas estuvieron colocadas en su sitio, la acarició levemente entre las piernas antes de apartarse.
A continuación, sacó el sujetador negro a juego.

CAPITULO # 69

Como una muñeca sin voluntad propia, dejó que se lo pusiera. Las manos de Tom rozaron los pezones, mientras abrochaba el enganche delantero; una vez cerrado, las deslizó bajo el satén y la acarició con deleite, erizándole la piel. 
Tom inclinó la cabeza y capturó sus labios. Podía sentir el fuego consumiéndolo, exigiéndole que la poseyera. Exigiéndole que aliviara el dolor de su entrepierna aunque fuese por un instante.
______ gimió cuando él profundizó el beso y se dejó llevar por completo. Tom la alzó en brazos para tenderla sobre la cama. De forma instintiva, ella le rodeó la cintura con las piernas y siseó al sentir los duros abdominales presionando sobre su sexo. 
Tom le pasó las manos por la espalda. La visión de su cuerpo húmedo y desnudo estaba grabada a fuego en su mente. Había llegado a un punto sin retorno cuando un destello de luz cegadora iluminó la habitación.
Con los ojos doloridos por el resplandor, Tom se separó de ella. 
— ¿Has sido tú? —le preguntó ella sin aliento, mirándolo arrobada. 
Risueño, Tom negó con la cabeza. 
— Ojalá pudiera atribuírmelo, pero estoy bastante seguro de que tiene otro origen.
Echó un vistazo a la habitación y sus ojos se detuvieron sobre la cama. Parpadeó.
No podía ser…
— ¿Qué es eso? —preguntó ______, girándose para mirar la cama.
— Es mi escudo —contestó Tom, incapaz de creerlo.
Hacía siglos que no veía su escudo. Atónito, lo contempló fijamente. Estaba en el mismo centro de la cama y emitía débiles destellos bajo la luz.
Conocía cada muesca y arañazo que había en él; recordaba cada uno de los golpes que los habían producido. 
Temeroso de estar soñando, alargó el brazo para tocar el relieve en bronce de Atenea y su búho. 
— ¿Y tu espada también?
Tom le agarró la mano antes de que pudiera tocarla.
— Ésa es la Espada de Cronos. No la toques jamás. Si alguien que no lleva su sangre la toca, su piel quedará marcada para siempre con una terrible quemadura.
— ¿En serio? —preguntó, bajándose de la cama para alejarse de la espada. 
— En serio. 
______ miró a la cama con el ceño fruncido.
— ¿Qué hacen aquí? 
— No lo sé.
— ¿Y quién los envía?
— No lo sé.
— Pues no me estás ayudando mucho. 
Tom no pareció captar su sarcasmo. En lugar de darse por aludido, ______ lo observó contemplar su escudo. Pasaba la mano sobre él como un padre que mira con adoración a un hijo largo tiempo perdido. 
Cogió su espada y la depositó en el suelo, debajo de la cama.
— No olvides que está aquí —le dijo muy serio—. Ten mucho cuidado de no tocarla.
Su expresión se volvió más ceñuda al incorporarse. Miró de nuevo el escudo.
— Debe ser obra de mi madre. Sólo ella o uno de sus hijos podrían enviármelos. 
— ¿Y por qué iba a hacerlo?
Tom entrecerró los ojos mientras recordaba el resto de la leyenda que rodeaba a su espada. 
— Estoy seguro de que ha enviado mi espada por si tengo que enfrentarme con Príapo. La Espada de Cronos también es conocida como la Espada de la Justicia. No acabará con su vida, pero hará que ocupe mi lugar en el libro.
— ¿Estás hablando en serio?
Tom asintió.
— ¿Puedo tocar el escudo?
— Claro.
______ pasó la mano sobre las incrustaciones doradas y negras que formaban la imagen de Atenea y el búho.
— Es muy bonito —dijo, maravillada.
— Kyrian lo mandó hacer cuando me nombraron General Supremo.
______ acarició la inscripción grabada bajo la figura de Atenea.
— ¿Qué dice aquí?
— «La muerte antes que el deshonor» —dijo con un nudo en la garganta.
Tom sonrió con melancolía al recordar a Kyrian junto a él durante las batallas. 
— El escudo de Kyrian decía: «El botín para el vencedor». Solía mirarme antes de la lucha, y decir: «Tú te llevas el honor, adelfos , y yo me quedo con el botín».
______ permaneció en silencio al escuchar el extraño tono de su voz. Intentando imaginar su apariencia con el escudo en alto, se acercó un poco más.
— ¿Kyrian? ¿El hombre que fue crucificado?
— Sí.
— Lo apreciabas mucho, ¿verdad?
Él sonrió con tristeza.
— Le llevó un tiempo acostumbrarse a mí. Yo tenía veintitrés años cuando su tío lo asignó a mi tropa, después de advertirme concienzudamente de lo que me sucedería si dejaba que Su Alteza fuese herido.
— ¿Era un príncipe?
Tom asintió.
— Y no tenía miedo a nada. Apenas si llegaba a los veinte años y luchaba o se metía en peleas sin estar preparado, sin creer que pudiesen hacerle daño. Me daba la sensación de que cada vez que me daba la vuelta, tenía que sacarlo a rastras de algún extraño contratiempo. Pero resultaba muy difícil no apreciarlo. A pesar de su carácter exaltado, tenía un gran sentido del humor y era completamente leal. —Pasó la mano por el escudo—. Ojalá hubiese estado allí para poder salvarlo de los romanos.

CAPITULO # 70 (FIN DEL MARATOM)


______ le acarició el brazo en un gesto comprensivo.
— Estoy segura de que los dos juntos habríais sido capaces de salir de cualquier atolladero. 
Los ojos de Tom se iluminaron al escucharla.
— Cuando nuestros ejércitos marchaban juntos, éramos invencibles. —Tensó la mandíbula al mirarla—. Hubiese sido cuestión de tiempo que Roma fuese nuestra. 
— ¿Por qué depreciabais tanto al Imperio Romano?
— Juré que destruiría Roma el mismo día que conquistaron Primaria. Kyrian y yo fuimos enviados para ayudarlos en la lucha, pero cuando llegamos era demasiado tarde. Los romanos habían rodeado la ciudad y habían asesinado salvajemente a todas las mujeres y a los niños. Jamás había visto una carnicería semejante. —Su mirada se oscureció—. Estábamos intentando enterrar a los muertos cuando los romanos nos tendieron una emboscada.
______ se quedó helada al escucharlo.
— ¿Qué ocurrió?
— Derroté a Livio y estaba a punto de matarlo en el momento en que intervino Príapo. Lanzó un rayo a mi caballo y caí en mitad de las tropas romanas. Estaba seguro de iba a morir cuando Kyrian apareció de la nada. Hizo retroceder a Livio hasta que pude ponerme en pie de nuevo. Livio llamó a sus hombres a retirada y desapareció antes de que pudiésemos acabar con él.
______ fue consciente de la proximidad de Tom. Estaba detrás de ella, tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de él. Colocó los brazos a ambos lados de su cuerpo, atrapándola entre él y la cama, y se apoyó sobre su espalda. 
Ella apretó los dientes ante la ferocidad del deseo que la invadió. Tom no la estaba tocando, pero sus sentidos estaban tan desbocados como si sus manos la acariciasen. Él inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
La sensación de su lengua sobre la piel consiguió que todas sus hormonas cobraran vida. Arqueó la espalda mientras un estremecimiento le recorría los pechos. Si no lo detenía…
— Tom —balbució; su voz no logró trasmitir la advertencia que pretendía. 
— Lo sé —susurró él—. Voy de camino a darme una ducha fría. 
Mientras salía de la habitación, ______ lo escuchó gruñir una palabra en voz baja:
— Solo. 

Después de desayunar, ______ decidió enseñarle a conducir.
— Esto es ridículo —protestó Tom mientras ______ aparcaba en el estacionamiento del instituto.
— ¡Venga ya! —se burló ella—. ¿No sientes curiosidad?
— No.
— ¿Que no?
Tom suspiró.
— Esta bien, un poco.
— Bueno, entonces imagina las historias sobre la gran bestia de acero que condujiste alrededor de un aparcamiento que podrás contarles a tus hombres cuando regreses a Macedonia.
Tom la miró perplejo.
— ¿Eso significa que estás de acuerdo con que me marche?
No, quiso gritarle. Pero en lugar de eso, suspiró. En el fondo, sabía que jamás podría pedirle que abandonara todo lo que había sido para quedarse con ella.
Tom de Macedonia era un héroe. Una leyenda.
Jamás podría ser un hombre de carácter tranquilo del siglo veintiuno. 
— Sé que no puedo hacer que te quedes conmigo. No eres un cachorrito abandonado que me ha seguido a casa. 
Tom se tensó al escucharla. Tenía razón. Por eso le resultaba tan difícil abandonarla. ¿Cómo podía separarse de la única persona que lo veía como a un hombre?
No sabía por qué quería enseñarlo a conducir pero, de todas formas, notaba que se sentía feliz compartiendo su mundo con él. Y, por alguna razón que no quería analizar demasiado a fondo, le gustaba hacerla feliz.
— Muy bien. Enséñame a dominar a esta bestia.
______ salió del coche para que Tom pudiese sentarse en el asiento del conductor.
Tan pronto como Tom se sentó, ella hizo una mueca al ver a un hombre, de casi un metro noventa, encogido para poder acomodarse en un asiento dispuesto para una mujer de uno cincuenta y cinco. 
— Lo siento, se me ha olvidado mover el asiento.
— No puedo moverme ni respirar, pero no te preocupes, estoy bien.
Ella se rió.
— Hay una palanca bajo el asiento. Tira de ella y podrás moverlo hacia atrás.
Tom lo intentó, pero el espacio era tan estrecho, que no la alcanzaba.
— Espera, yo lo haré.
Echó la cabeza hacia atrás cuando ______ se inclinó por encima de su muslo y apretó los pechos sobre su pierna para pasarle el brazo entre las rodillas. Su cuerpo reaccionó de inmediato, endureciéndose y comenzando a arder.
Cuando ella apoyó la mejilla sobre su entrepierna al tirar de la palanca, Tom pensó que estaba a punto de morir.
— ¿Te has dado cuenta de que estás en la posición perfecta para…?
— ¡Tom! —exclamó ella, retrocediendo para ver el abultamiento de sus vaqueros. Su rostro adquirió un brillante tono rojo—. Lo siento.
— Yo también —contestó él en voz baja.
Desafortunadamente, todavía tenía que mover el asiento, así que Tom se vio forzado a soportar la postura una vez más.
Apretando los dientes, alzó un brazo y se agarró al reposacabezas con fuerza. Era lo único que podía hacer para no ceder a la salvaje lujuria.
— ¿Estás bien? —le preguntó ella, una vez colocó el asiento en su sitio y volvió al suyo.
— ¡Claro! —contestó él con tono sarcástico—. Teniendo en cuenta que he caminado sobre brasas que resultaron menos dolorosas que lo que está soportando en este momento mi entrepierna, estoy fenomenal. 
— Ya te he pedido perdón.
Él la miró fijamente.
______ le dio unas palmaditas en el brazo.
— Venga, ¿llegas bien a los pedales? 
— Me encantaría llegar hasta los tuyos… 
— ¡Tom! —exclamó de nuevo ______. Era un hombre verdaderamente libidinoso—. ¿Quieres concentrarte?
— De acuerdo, ya me estoy concentrando.
— En mis pechos, no.
Tom bajó la mirada hacia el regazo de ______.
— Ni ahí tampoco.
Para su sorpresa, hizo un puchero semejante al de un niño enfadado. La expresión era tan extraña en él que ______ no tuvo más remedio que reírse de nuevo.
— Vale —le dijo ella—. El pedal que está a tu izquierda, es el embrague; el del medio es el freno y el de la derecha, el acelerador. ¿Te acuerdas de lo que te explicado sobre ellos?
— Sí.
— Bien. Ahora, lo primero que tienes que hacer es apretar el embrague y meter la marcha. —Y diciendo esto, colocó la mano sobre la palanca de cambios, situada entre los dos asientos, y le enseñó cómo debía moverla. 
— En serio, ______. No deberías acariciar eso de esa forma delante de mí. Es una crueldad por tu parte.
— ¡Tom! ¿Te importaría prestar atención? Estoy intentando enseñarte a cambiar de marcha.
Él resopló.
— Ojalá me cambiaras a mí las marchas del mismo modo. 
Con un brillo malicioso en los ojos, soltó el embrague antes de la cuenta y el coche se caló. 
— Se supone que esto no debería pasar, ¿verdad? —preguntó.
— No, a menos que quieras tener un accidente.
Él suspiró y lo intentó de nuevo.
Una hora más tarde, después que se las hubiera arreglado para dar una vuelta alrededor del estacionamiento sin golpear los postes y sin que el coche se le calara, ______ se dio por vencida. 
— Menos mal que fuiste mejor general que conductor.
— Ja, ja —exclamó él sarcásticamente, pero con un brillo en la mirada que indicó a ______ que no estaba ofendido—. Lo único que alegaré en mi defensa es que el primer vehículo que conduje fue un carro de guerra. 
______ le sonrió.
— Bueno, en estas calles no estamos en guerra.
Con una mirada escéptica, él le respondió:
— Yo no diría eso después de haber visto las noticias de la noche. —Apagó el motor—. Creo que dejaré que conduzcas un rato.
— Muy inteligente por tu parte. No puedo permitirme comprar un coche nuevo de ninguna forma.
Salió del coche para cambiar de asiento; pero al cruzarse a la altura del maletero, Tom la sostuvo para darle un beso tan tórrido que ella acabó mareada. Él le cogió las manos y las sostuvo sobre sus estrechas caderas mientras mordisqueaba sus labios.
¡Santo Dios! Una mujer podía acostumbrarse a eso con mucha facilidad. Mucha, mucha facilidad.
Tom se separó.
— ¿Quieres llevarme a casa para que te mordisquee otras cosas?
Sí, eso era lo que quería. Y por eso no se atrevía. De hecho, el beso la había dejado tan trastornada que no podía ni hablar.
Tom sonrió ante la mirada extraviada y hambrienta de ______. Estaba observando sus labios como si aún pudiese saborearlos. En ese momento, la deseó más que nunca. Deseó poder arrancarle la goma del pelo y dejar que su melena se desparramara sobre su pecho, una vez estuviera tendida sobre él.
Cómo deseaba estar de regreso en su casa donde pudiese quitarle los pantalones cortos y escuchar sus dulces murmullos de placer mientras él le…
— El coche —dijo ella, parpadeando como si despertara de un sueño—. Íbamos a entrar en el coche.
Tom le dio un pequeño beso en la mejilla.
Una vez dentro del coche y con los cinturones de seguridad abrochados, ______ lo miró de soslayo.
— ¿Sabes una cosa? Creo que hay dos cosas en Nueva Orleáns que deberías experimentar. 
— En primer lugar, tengo que poseerte en un…
— ¿Es que no vas a parar?
Tom se aclaró la garganta.
— Está bien. ¿Cuál es tu lista?
— Bourbon Street y la música moderna. Y de una de ellas nos podemos encargar ahora mismo. —Y puso la radio.
Se rió al reconocer Hot Blooded de Foreigner. Qué apropiado, dado su pasajero.

3 comentarios:

  1. Tom tiene q wuedarse!!
    Muero de intriga por leer mas de la madre de Tom.

    Siguelaa :)

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  2. jajajajajajaja ese Tom en varios momento me saco mas de una carcajada es tan... calenturiento xDD jajajajaja
    esta genial espero el próximo

    cuídate
    Bye ^-^/

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  3. Me encantoooo, y mas ese beso q le dio Tom a (Tn) jajaja ya espero el cap donde xfiiin los dos etngan su momento ardiente q bien lo necesita Tom y ella también jajaja.. quiero q Tom y (Tn) se digan q se aman xq x algo (Tn) no quiere q Tom regrese a Macedonia y ojala q no xq yo quiero q se quede con (Tn) sube pronto me muero x saber lo q pasara en los próximos caps.. y sorry x no comentar antes hoy fue q me termine de leer todos los caps y déjame decirte q me encantaron estoy super enganchada con esta fic y también con la del infierno de Tom..

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